Hoy le escribo a usted, aquel que utilizá la camiseta con el número más preciado por los habilidosos. Esa cifra que soló se calzan los intocables, los genios, los que tienen sabiduría, los que tienen espalda ancha, los que no necesitan vocero, ése número, el 10.
Hoy le escribo a usted, al que se aguanta las escupidas cuando tóma el balón para arrojarlo hacia el área desde alguna esquina de alguna cancha.
Hoy le escribo a usted, y lo respeto aunque nadie lo haga. Como cuando con total irrespetuosidad se meten con su madre. Lo respeto porque se lo ganó, porque cuando toma el balón el rival se contrae, porque si se queja se lo escucha, a usted, a quien más sino.
Hoy le escribo a usted, sin que se me agote la tinta de mi pluma. Quiero agradecerle las ganas que le pone a cada partido, porque creo que cada ves que se coloca esa camiseta, que a veces tiene una banda cruzada, rayas verticales, o una banda en el medio del pecho dando toda la vuelta, se esta poniendo el overol del viejo, ese que dejaba la vida por su familia.
Por eso le escribo a usted, que si no existiera, el fútbol no gozaría de su poema, le faltaría armonía y de ninguna manera podría observarse.
Hoy solo hoy, se te puede tutear un momento, soló para expresarte que no te retires nunca, que sin vos me falta esa emoción que me caracteriza cada domingo, quiero decirte que si no hubieras vivido, me hubiese ahorrado muchísimas lágrimas que cayeron sobre mi rostro. Aunque esas lagrimas que cayeron sobre mí, fueron bien desechadas, porque no las arroje por tristeza sino que abandonaron mi cuerpo por amor a esa camiseta que te identifica a vos y a mi, que por ella damos la vida y que está teñida sobre nuestro pecho.
Hoy le escribo a usted y no lo tuteo mas, porque usted es respetable, por llevar el balón sobre el campo de juego y ser repudiado con silbidos que son arrojados como tiros sobre su pecho, por los hinchas contrarios.
Hoy le escribo a usted que le da ese toque sutíl a ese gol que ya fue convertido por el 9, que se lleva toda la idolatría y nadie piensa en usted, que despacio, casi sin sonreír, va trotando hasta la mitad de la cancha para reanudar el partido, que es lo único que le permite desaguar su bronca contra el contrario.
Hoy le escribo a usted que cada domingo por la tarde busca meter el balón en ese lugar que queda en el arco, que pocos ven pero que muchos a la hora de festejar su gol lo describen.
Hoy tal vez no convierta un gol como lo ha hecho tantas veces, hoy posiblemente no arroje un caño sobre las piernas del rival como lo ha hecho tantas mañana, está noche lo mas probable es que no se bese el escudito que tiene tatuado en el pecho, pero de lo que estoy completamente seguro es que hoy hizo emocionar a un hombre que en pocas oportunidades se emocionó.
Hoy usted se merece ser felicitado por ese sentimiento que le pone al fútbol y que si hoy no representa al país estoy seguro que mañana lo hará, y si hoy no es reconocido por sus agallas, se que mañana lo reconocerán.
Estoy seguro que cada periodista que hoy lo critique, mañana se va a arrepentir y va a rezar para pedir perdón en su honor.
Para ir terminando, le digo que usted es amable con el balón, solidario con sus compañeros, es amado por su hinchada, querido por los demás, sin que se lo digan, y va a ser recordado por siempre, porque el que hace emocionar, no es olvidado.
Hoy le quiero decir, que soló pretendo escribir para dejar asentado en el correr del tiempo que usted es mi alegría y la de muchas personas más, y que si al leer alguna persona este trozo de mi hoja, se emociona y arroja una gota sobre este escrito, me sentiré satisfecho por haberlo congelado en mi memoria y en la memoria de la gente. De sú gente.