domingo, 21 de octubre de 2012

Un huracán de emociones

En el Luna Park, Omar Narváez, venció por nocaut a Jhonny García y retuvo por quinta vez el titulo supermosca de la Organización Mundial de Boxeo (OMB). Con una previa cargada de emoción por la reciente muerte de su padre, el “Huracán” supo sobrellevar la pelea y golpear fuerte a un mexicano que sorprendió en el inicio.

La pelea estaba programada para realizarse el miércoles pasado, pero la muerte del padre de Narváez (52 Kg. y 37-1-2, 20 KO) obligó a que reprogramara para la noche del sábado. El chubutense subió al cuadrilátero con una vincha que recordaba el nombre de su padre: “Estanislao”. Desde ese momento la noche se prestó a buscar emociones que de seguro, por el nivel del boxeador argentino, iban a llegar. El “Huracán”, que vistió pantalón banco, no encontró su mayor nivel al comienzo, pero con el correr de los minutos se supo reponer y en el 11º round noqueo al mexicano García.

La velada, que fue arbitrada por el juez puertorriqueño Roberto Ramírez, comenzó con una buena defensa del mexicano que medía a Narváez y golpeaba más. En el tercer asalto García (51,150 Kg. y 16-4-1, 8 KO) cayó en la lona por un resbalón pero se levantó con rapidez y lo tuvo a mal traer al argentino que era dueño de escasos golpes y de una desorientación poco vista en su carrera. Sin embargo, Narváez reaccionó a tiempo y en el quinto round apareció con toda su potencia y de allí en delante todo fue para Omar. Con una combinación de golpes normal en él, pudo poner en duda el equilibrio del retador y en la séptima parte se empezó a definir el futuro de la contienda.

La gente comenzó a arengar a Narváez y él arremetió contra García que cayó en la lona y llegó a esperar que el juez contara hasta ocho. Con 14 años más que su rival, lo tuvo a mal traer y demostró su categoría. El argentino buscó puntos claros para golpearlo y el mexicano le pegó un cabezazo que le costó el descuento de un punto por parte de los árbitros. Omar tiró buenos golpes rectos y Jhonny respondió tirando golpes al bulto sin un objetivo claro. Fue así como llegó el undécimo asalto que sería el testigo de la caía del “Laberinto” mexicano.

Narváez empezó a definir el combate. Tiró al contrincante una vez y se levanto, en la segunda ocasión que cayó, con mucha guapeza se incorporó nuevamente, pero García no aguantó la potencia del argentino y en la tercera oportunidad, que besó la lona y no se levantó más. Ramírez decretó el triunfo de Omar Narváez que ya estaba en andas con la vincha puesta nuevamente. En cambio, el mexicano que fue muy peligroso e incomodo a la hora de boxear, estaba sentado en su rincón sufriendo por su derrota. Su rostro, que no estaba dañado, reflejaba la admiración hacia el campeón argentino que una vez más señaló que es uno de los mejores supermosca de la historia del boxeo argentino. El “Huracán” dedicó, justamente, el triunfo al cielo y demostró que cuando pasa deja marcas y hace daño.

Por Gastón Ezequiel Sosa.
Foto: El Sol Digital.

domingo, 14 de octubre de 2012

Historias detrás del cemento

La cancha de Fénix fue rebautizada en el año 2009: ahora se llama Carlos Barraza. Su gerenciador, César Mansilla y Barraza fueron amigos toda la vida y seguían la campaña de Fénix todos los sábados. Una tarde, después de un partido, Mansilla y Barraza volvían hacia sus hogares, en el camino, ambos se preguntaron cuál debía ser la denominación del estadio: “Vamos a ponerle el nombre del primero que muera”, sugirió Mansilla. Hace tres años falleció Barraza. Luego de haber estado en el barrio de Colegiales y por amenazas de desalojo del Gobierno Militar, tuvo que abandonar el lugar en el año 1978. Allí fue local en la cancha de Excursionistas, hasta que consiguieron radicarse en la provincia de Buenos Aires en 1998. Barraza, con ayuda de la municipalidad de Pilar consiguió que el equipo se mudara y que esa localidad tuviera un equipo que jugará en la primera D. Para rendirle homenaje a Barraza, Mansilla organizó un partido entre las glorias del club y el Club Acassuso. “Era un fanático del fútbol. Además, era hincha de Independiente, fanático de Ricardo Bochini y de Central Córdoba de Rosario. Le preguntabas la formación de cualquier equipo de la década del 60’ y te lo decía de memoria, era una persona espectacular”, recordó César Mansilla.

A otro estadio que le modificaron su nombre fue al de El Porvenir. Antiguamente se llamaba Enrique de Roberts, un hombre que había sido presidente del club, y bajo su mandato se habían establecido que los colores del equipo fuesen el blanco y el negro a rayas verticales. Sin embargo, la comisión directiva, sin el aval de los socios, decidió cambiarle el nombre a la cancha. Fue así como pasó a llamarse “Estadio Gildo Francisco Ghersinich”, en honor a un dirigente que se desempeña en el club desde el año 1964. Enrique Merelas, presidente de la entidad y quien consiguió las escrituras del estadio y del club, dijo que “Gildo trabajó mucho por El Porvenir y que a esa gente hay que hacerle los homenajes en vida, no cuando ya no están más”. Ghersinich es vicepresidente primero del club desde 1991 y vitalicio tras cumplir 66 años como socio activo, pero en su vida personal fue empleado administrativo. Ahora a los 80 años ayuda a la institución desde su casa y dijo: “Por razones de salud no voy mucho al club, ya me hicieron tres bypass. No puedo hacerme problema ni mala sangre, por eso me traigo la parte contable a mi hogar. Dentro de lo que puedo colaboro, pero igual este es mi último año en el club”.

De todas maneras, no todos los estadios tienen nombre. El Club Atlético Excursionistas posee su cancha en el barrio de Belgrano pero todavía no fue bautizada. A la cancha, en la que René Houseman tiró sus primeras gambetas, se lo conoce como "Pampa y Miñones" o "El Coliseo del Bajo Belgrano"; y aunque nunca tuvo un nombre oficial, el club “Villero” es la única institución directamente afiliada a la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) que jamás mudó su estadio de lugar.

Por: Lorenzo, Fuentes y Gastón Ezequiel Sosa.
Foto: Germán Lorenzo y Blog “Soy del Porvenir”