miércoles, 27 de octubre de 2010

Luchando por un sueño

La entrada lo decía todo: Club Atlético Excursionistas. El acceso con techo a dos aguas era su presentación. Todo parecía igual a la última vez que había estado allí. Se jugaba una final. El equipo local enfrentaba a Defensores de Belgrano, clásico rival del conjunto villero. El presidente anfitrión, Armando Mainoli, estaba presente. Era un hincha más.
Tiene una meta difícil, maneja a un club con pocos recursos que año a año intenta mantener su categoría. Ayer estaba distendido, sonriente. Saludaba a los aficionados que se acercaban y agradecían su esfuerzo. La cancha estaba repleta. El olor a choripan que venía desde la calle se impregnaba en la ropa. La tribuna parecía venirse abajo, todos con cornetas y bombos. Incluso, algunos tenían la cara pintada de verde y blanco, como la camiseta de sus amores. Era una fiesta en el barrio de Belgrano. Cuando los equipos salieron a jugar, mi reloj marcaba las 15:00hs. Era un sábado a pleno sol que daba sobre la tribuna visitante y hacia transpirar a los hinchas. Mientras tanto, miraba asombrado los palos de iluminación recién pintados. Aunque las tribunas no. El alambrado parejo como una jaula y el verde césped desparejo como siempre. Parecía una calle de la Capital Federal. Había pozos por todos lados. Inclusive las líneas de cal parecían no estar.
El partido no empezaba. Entonces me fijé cuál era el impedimento de su inicio. Me di cuenta que un hincha estaba subido al alambrado. Con una bandera que decía: “Un amor desde el 1 de febrero de 1910”, que es la fecha de fundación del club.
Se bajo y el árbitro pito el inicio. Iban 30 minutos del primer tiempo y todavía no se había gritado ni un solo gol. Aunque el local dominaba. La primera parte finalizó con empate en el marcador. Los jugadores parecían resignados a sufrir hasta el final. Se iban lentamente, con cansancio y sudor en la frente. En el entretiempo me comí un paty mientras charlaba con René Houseman, hincha y ex jugador. Me confesó, con los ojos llenos de lágrimas, que tiene un sueño: ser presidente de Excursionistas.
Me estaba acomodando en el asiento de la platea cuando comenzó el segundo tiempo. El tramo final del partido. Fue muy parejo, pero a los 17 minutos, Defe hizo el primer gol. Su autor fue Luciano Koch. Excursionistas, pese a ir perdiendo, intentó quebrar el marcador con jugadas muy ofensivas, pero no pudo. Perdieron la final. El equipo que había ingresado con los aplausos de la gloria, se retiraba con los silbidos de una derrota que nadie quería.

Gastón Sosa.

domingo, 17 de octubre de 2010

Cantos de victoria

El 24 de junio, en el estadio Ellis Park, 62.000 personas, que fueron para ver la final del torneo, entonaron el tema Shoshola. La canción oficial de la Copa del Mundo de Rugby 1995 fue interpretada por Dan Moyane, que días antes había sido elegido por la Unión de Rugby, de Louis Luyt. Los aficionados blancos la adoptaron alegremente, mientras que los hinchas negros cantaron a gusto dado que la escuchaban a menudo en los partidos del fútbol sudafricano.

El cantante pidió silencio en el estadio y en las pantallas gigantes apareció la letra de la canción en lengua zulú. Y grito:” ¡Vamos a cantar hasta echar a los All Blacks (rival de Sudáfrica en la final), del estadio!”, y lo aclamaron. Primero, leyó el tema en voz alta con la multitud, y luego todos empezaron a cantarla.

Moyane nació en Soweto, en el año 1959, y se crió sin ningún interés por el rugby. Pero durante la velada vivió el partido con muchos nervios y con ansia de ganar. Lo observo desde la platea, donde se encontraban las personas más importantes de Sudáfrica. Disfruto de la victoria de los Springboks sobre los All Blacks por 15-12. Y lo embargo la emoción cuando Mándela, le entregó la Copa del Mundo a Francois Pienaar, que fue el capitán del equipo sudafricano.

lunes, 11 de octubre de 2010

El Primer Acercamiento

El banco Credicoop abría sus puertas por primera vez en la semana. Yo estaba allí. Sentado entre la gente. Esperando mi turno para depositar el dinero de la matrícula, que Eter me exigía, para acreditar mi inscripción, a la carrera de Periodismo Deportivo.
No era un día más. Las personas se perdían entre las calles y las esquinas no eran las mismas. Me sentía diferente.
Llamé a mi novia para que me acompañara a anotarme. Solo no me animaba a ir. Mientras la esperaba el tiempo no pasaba. Me transpiraba la cara y el sol me encandilaba de a ratos. Estaba nervioso. Sentía que todo iba a salir mal. Cuando pensaba que ella nunca vendría, la vi entre los demás. Es la más linda, pensé.
Llego a mí. Lo primero que hice fue abrasarla y darle un beso. De esos que no se repiten y marcan un momento.
Fuimos hasta la parada del 65. Que fue el medio de transporte que nos llevo a Eter. Cuando estábamos esperando el colectivo, me di cuenta que me había olvidado el documento. Volvimos a buscarlo. Al fin pude tener todo en orden. Nos dispusimos a esperar de bondi. Tardó una eternidad. Cuando al fin llego, estaba repleto. Las personas se rozaban mutuamente y se miraban con resentimiento. Pese al calvario del viaje, llegamos sin percances, pero molestos.
Caminamos por la calle Acevedo. Entramos a la facultad. Nos dirigimos hasta la administración y presenté mi ticket de pago. Nos mandaron al primer piso. Me hicieron llenar un formulario. Estaba todo perfecto. No me acuerdo quien me atendió, pero lo hizo de una manera adecuada. Incluso me robó una sonrisa cuando entre medio de tantos nervios me dijo: “Bienvenido a Eter”.
Salimos. Fuimos hasta el kiosco. Con una gaseosa en la mano, caminábamos por la calle para volver a mi hogar. Me di cuenta que el mundo era el mismo. Todo era igual. Las personas se apuraban para llegar a sus trabajos, mientras que un policía le pedía la cedula a un chico, que era acusado por una señora. Nada había cambiado. Pero yo no era el mismo. Empezaba algo nuevo.

sábado, 9 de octubre de 2010

Todo cambia

Era una noche de luna llena, oscura y mágica. Nacía yo, José Román Holón. Mi padre, Agustín, era fanático del Club Atlético River Plate y por lo tanto yo iba a ser hincha de ese club. Claro, como yo era chico no podía decidir de qué cuadro era, pero cuando me fui dando cuenta del daño que me estaba haciendo mi papa, cambie de opinión. Yo oía que el Club Atlético Boca Juniors siempre ganaba o cuando ponía la tele y perdía enseguida daba vuelta al partido. Veía que Boca tenía más aguante que River y la doce más pasión que la catorce.
Llegaban mis diez años y todavía no había visto a River salir campeón de la Copa Intercontinental, mientras que a Boca Juniors ya lo había visto dos veces levantar ese trofeo. Mi cumpleaños es el 23 de febrero y ese año caía domingo. Mi tío Osvaldo, al que le debo muchos años de felicidad, tenía un regalo especial para mí. Me iba a llevar a ver un Boca-River en la Bombonera.
Era mi primer súper clásico, era muy especial para mí. Ese domingo me desperté muy temprano y le comenté a mi mamá que estaba re contento, mi madre me pregunto: “¿Es por tu cumpleaños?”, y yo le dije que no, que era porque el tío me iba a llevar a la Bombonera. Me vestí todo con los colores de River, pero cuando llego mi tío me hizo cambiar y me tuve que poner todo con los colores de Boca ya que él es de ese club y ese mismo día me había traído una bolsa llena de cosas del club de la Rivera. Mi papá también iba a ver el súper clásico, pero a la tribuna de River.
Nos tomamos el 152 y llegamos. La mismísima Bombonera estaba enfrente de nosotros, era un brillante anillo de fuego y sangre, lo invadían colores, la pasión y muchas cosas más. Todo era distinto a la cancha de River. Vivimos el partido de una forma espectacular. Boca le gano a River por 4 a 0 con una actuación impresionante de Juan Román Riquelme y dos goles de Martín Palermo. Yo ya me decidía a ser hincha de Boca Juniors. En cambio vos papá, estabas en la tribuna de enfrente triste, usando de pañuelo una bandera de River que siempre llevábamos juntos al Monumental, te miraba y estabas desconsolado. Mientras el tío, yo y toda la cancha festejábamos.
Por dos años estuvimos enfrentados pero hoy te diste cuenta y te pasaste de bando.
Che Viejo, ¿vamos a la Bombonera?.....   

viernes, 8 de octubre de 2010

El Décimo

Hoy le escribo a usted, aquel que utilizá la camiseta con el número más preciado por los habilidosos. Esa cifra que soló se calzan los intocables, los genios, los que tienen sabiduría, los que tienen espalda ancha, los que no necesitan vocero, ése número, el 10.
Hoy le escribo a usted, al que se aguanta las escupidas cuando tóma el balón para arrojarlo hacia el área desde alguna esquina de alguna cancha.
Hoy le escribo a usted, y lo respeto aunque nadie lo haga. Como cuando con total irrespetuosidad se meten con su madre. Lo respeto porque se lo ganó, porque cuando toma el balón el rival se contrae, porque si se queja se lo escucha, a usted, a quien más sino.
Hoy le escribo a usted, sin que se me agote la tinta de mi pluma. Quiero agradecerle las ganas que le pone a cada partido, porque creo que cada ves que se coloca esa camiseta, que a veces tiene una banda cruzada, rayas verticales, o una banda en el medio del pecho dando toda la vuelta, se esta poniendo el overol del viejo, ese que dejaba la vida por su familia.
Por eso le escribo a usted, que si no existiera, el fútbol no gozaría de su poema, le faltaría armonía y de ninguna manera podría observarse.
Hoy solo hoy, se te puede tutear un momento, soló para expresarte que no te retires nunca, que sin vos me falta esa emoción que me caracteriza cada domingo, quiero decirte que si no hubieras vivido, me hubiese ahorrado muchísimas lágrimas que cayeron sobre mi rostro. Aunque esas lagrimas que cayeron sobre mí, fueron bien desechadas, porque no las arroje por tristeza sino que abandonaron mi cuerpo por amor a esa camiseta que te identifica a vos y a mi, que por ella damos la vida y que está teñida sobre nuestro pecho.
Hoy le escribo a usted y no lo tuteo mas, porque usted es respetable, por llevar el balón sobre el campo de juego y ser repudiado con silbidos que son arrojados como tiros sobre su pecho, por los hinchas contrarios.
Hoy le escribo a usted que le da ese toque sutíl a ese gol que ya fue convertido por el 9, que se lleva toda la idolatría y nadie piensa en usted, que despacio, casi sin sonreír, va trotando hasta la mitad de la cancha para reanudar el partido, que es lo único que le permite desaguar su bronca contra el contrario.
Hoy le escribo a usted que cada domingo por la tarde busca meter el balón en ese lugar que queda en el arco, que pocos ven pero que muchos a la hora de festejar su gol lo describen.
Hoy tal vez no convierta un gol como lo ha hecho tantas veces, hoy posiblemente no arroje un caño sobre las piernas del rival como lo ha hecho tantas mañana, está noche lo mas probable es que no se bese el escudito que tiene tatuado en el pecho, pero de lo que estoy completamente seguro es que hoy hizo emocionar a un hombre que en pocas oportunidades se emocionó.
Hoy usted se merece ser felicitado por ese sentimiento que le pone al fútbol y que si hoy no representa al país estoy seguro que mañana lo hará, y si hoy no es reconocido por sus agallas, se que mañana lo reconocerán.
Estoy seguro que cada periodista que hoy lo critique, mañana se va a arrepentir y va a rezar para pedir perdón en su honor.
Para ir terminando, le digo que usted es amable con el balón,  solidario con sus compañeros, es amado por su hinchada, querido por los demás, sin que se lo digan, y va a ser recordado por siempre, porque el que hace emocionar, no es olvidado.
Hoy le quiero decir, que soló pretendo escribir para dejar asentado en el correr del tiempo que usted es mi alegría y la de muchas personas más, y que si al leer alguna persona este trozo de mi hoja, se emociona y arroja una gota sobre este escrito, me sentiré satisfecho por haberlo congelado en mi memoria y en la memoria de la gente. De sú gente.