martes, 11 de diciembre de 2012

Magnífico

Dicen que nació en la Argentina. Aseguran que el viento envidia su rapidez, que el sol le pelea el primer puesto a la hora de brillar y que la lluvia porteña se asemeja a la cantidad de lágrimas de sus rivales. Porque cuando tiene la pelota hace sonrojar a los contrarios, los técnicos miran el suelo deseosos de que algún jugador pueda frenar su arremetida y los hinchas festejan. Todo el planeta se hace participe de sus piruetas y el aire es el escenario perfecto para sus gambetas. Nadie pregunta si juega, todos dan por hecho que va a estar en la cancha. Hasta un día, Dios, quiso hacer a más gente feliz que él, pero no lo logró. Ojo, simplemente juega al fútbol. Por lo general toma la pelota en ¾ de cancha, sin embargo, a veces lo hace en la mitad del campo de juego. Va, no se sabe bien dónde toma el balón. Lo cierto es que lo lleva y lo acompaña con sus pies, jamás se advierte con qué pierna le va a pegar pero lo que se sabe es que en algún momento llegará el disparo. Hizo goles de todas las maneras posibles, con la mano, con el pecho, con los pies y todavía le falta correr varios kilómetros. Es envidia de muchos futbolistas, es ídolo de todas las personas que disfrutan al mirarlo; y hasta Usain Bolt, tiene miedo de que se dedique al atletismo y también sea el mejor. Pero no. Porque él tiene una sola idea. Piensa en tomar el balón que le provee un compañero, correr hacia el arco esquivando rivales y rematar. Eso es lo único que falta para arruinar los planes de los rivales. Sólo tiene que rematar al arco y lo demás es una obviedad. Lo demás es gol de Lionel Messi. El hombre que convierte los sueños en una realidad incrédula de sí misma.

Por Gastón Ezequiel Sosa.

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