Foto: Clarín. |
Muchos argentinos se fueron a dormir y nunca más volvieron a ver a sus hijos, esposas, esposos, padres o amigos. Anoche él se fue a dormir y hoy murió sin decir una sola palabra de todo lo que hizo y además, tuvo la suerte de no ser secuestrado, torturado, desaparecido o tirado desde un avión al Río de la Plata. Cómo es posible que a nadie se le haya ocurrido, aunque hubiese sido un delito, hacerle pasar, al fallecido Jorge Rafael Videla, todo lo que sufrieron sus víctimas. Quizás porque en este país no hay personas tan malvadas como lo era él. Sólo Ricardo Alfonsín con aquel juicio a sólo dos años de asumir como presidente, y Néstor Kirchner en el instante en el cual le ordenó a Bendini que bajara el cuadro de ese asesino trajeado que todavía buscaba ser ejemplo en el Colegio Militar, lograron provocarle un poco de daño moral al genocida.
Luego de una descompensación que lo llevo a cerrar sus ojos para siempre, Videla murió dormido. Esos mismos ojos, que fueron los testigos de tanta crueldad y de tanta gloria deportiva manchada de sangre, se cerraron y ahora se abrirán en un “más allá”. Dios fue tan bueno con él que se lo llevo mientras descansaba no en paz. Al momento que encontraron su cuerpo, ya estaba sin vida y no había posibilidad de realizar ninguna reanimación. Su mirada que escondía miles de asesinatos, robos de bebes, torturas y demás, seguramente volverán a abrirse pero con otro panorama. Ya no estará más en su celda de Marcos Paz, el ámbito será ardiente y terrorífico, sin antes ser recibido por las más de 30.000 almas que sacó de la tierra con sus ordenes nefastas. Esas mismas almas seguramente lo sujetarán y lo tirarán hacia el infierno en donde la oscuridad y el miedo se apoderarán de su débil cuerpo. Después la eternidad decidirá. La justicia divina sabrá qué hacer con su ser, pero esta vez Videla no podrá pretender organizar un mundial de fútbol para tapar todo. En esta oportunidad no será el poderoso de turno y no tendrá en su poder órdenes perturbadoras y delictivas.
Argentina sigue su rumbo hacia un país cada día más democrático y con libertad de opinión y acción. Sin embargo, todo lo que se cuente de Videla, de ahora en más, será pequeño. Las nuevas generaciones no tendrán dimensión (ya no la tienen) de lo que provocó esta persona en la Argentina. Las historias plasmadas en libros y textos históricos no reflejarán en su totalidad las barbaries que consumó este hombre. Lo que sí quedará por siempre es un NUNCA MÁS y una rara sensación, porque ninguna muerte causa alegría, pero hay algunas que no entristecen.
Por Gastón Ezequiel Sosa.